Se llevó a Pedro, a Jacobo y a Juan, y comenzó a sentir temor y tristeza.
"Es tal la angustia que me invade que me siento morir --les dijo--. Quédense aquí y vigilen."
Yendo un poco más allá, se postró en tierra y empezó a orar que, de ser posible, no tuviera él que pasar por aquella hora.
Decía: "Abba, Padre, todo es posible para ti. No me hagas beber este trago amargo,* pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú."
Pensar en el Maestro sintiendo temor y tristeza, buscando el apoyo de sus amigos, y hasta contemplando la posibilidad de: ¿otra solución?, no hace más que acrecentar mi admiración hacia él. En mis momentos de angustia (que no pretendo comparar con los que vivió el maestro), sé que cuento con el apoyo de alguien que no solo lo entiende sino que los experimentó en un grado infinitamente superior, y puedo saber que es posible salir bien parado.
No podría emprender este nuevo viaje a menos que supiera que me él acompaña y que él me es suficiente. Confieso que me es terriblemente dificil mantener esta relación con él, cuando no puedo verlo o escucharlo y menos estar seguro de sentirlo, supongo que es cuando entra en juego la fé, la forma como uno decide vivir.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario